jueves, agosto 14, 2014

RICARDO ATANES CASTRO, BEATO.SACERDOTE Y MÁRTIR.AÑO 1934-1936.FIESTA 14 DE AGOSTO.LA NOTA CORTA.POR: PROF.DR.MERVY ENRIQUE GONZÁLEZ FUENMAYOR. mervyster@gmail.com .MARACAIBO.ESTADO ZULIA.VENEZUELA.AMÉRICA DEL SUR.REDACTADA Y PUBLICADA EN LA RED: JUEVES 14 DE AGOSTO DE 2014.



RICARDO ATANES CASTRO, BEATO.SACERDOTE Y MÁRTIR.AÑO 1934-1936.FIESTA 14 DE AGOSTO.LA NOTA CORTA.POR: PROF.DR.MERVY ENRIQUE GONZÁLEZ FUENMAYOR. mervyster@gmail.com .MARACAIBO.ESTADO ZULIA.VENEZUELA.AMÉRICA DEL SUR.REDACTADA Y PUBLICADA EN LA RED: JUEVES 14 DE AGOSTO DE 2014.





IMAGEN UNO: RICARDO ATANES CASTRO, BEATO.SACERDOTE Y MÁRTIR.AÑO 1934-1936.FIESTA 14 DE AGOSTO.





IMAGEN DOS: PROF.DR.MERVY ENRIQUE GONZÁLEZ FUENMAYOR….




“LA FUERZA AUTÉNTICA PARA VIVIR LA FE SOLAMENTE PROCEDE DE DIOS”. PROF.DR.MERVY ENRIQUE GONZÁLEZ FUENMAYOR. (MEGF) JUEVES 14 DE AGOSTO DE 2014.


LA NOTA CORTA.-“RICARDO ATANES CASTRO, BEATO.SACERDOTE Y MÁRTIR”.AÑO 1934-1936.FIESTA 14 DE AGOSTO.
POR: PROF.DR.MERVY ENRIQUE GONZÁLEZ FUENMAYOR. mervyster@gmail.com .
MARACAIBO.ESTADO ZULIA.VENEZUELA.AMÉRICA DEL SUR.
REDACTADA Y PUBLICADA EN LA RED: JUEVES 14 DE AGOSTO DE 2014.



Sacerdote y Mártir
Martirologio Romano: En distintos lugares de España, Beatos Fortunato Velasco Tobar y 13 compañeros, de la Congregación de la Misión; asesinados por odio a la fe ( 1934-1936)


Fecha de beatificación: 13 de octubre de 2013, durante el pontificado de S.S. Francisco.

El caso del P. Atanes es uno más en la serie infinita de los inadaptados a las circunstancias, no por falta de voluntad, sino por sobra de habituación a otras completamente distintas y aun contrarias, que tantas preocupaciones, disgustos serios y aun muertes ha costado en el decurso de los treinta y dos meses des­dichados del feroz dominio marxista en nuestra Patria.

Frisaba en los sesenta cuando sobrevino la revolución, y en Gijón residía. Mucho tenía recorrido y había vivido mucho en esa docena de lustros.

Otros vientos revolucionarios le hubieron, de zarandear tiem­po hacía, y desde Méjico lanzáronle a Estados Unidos de Norte- América. La buena suerte de entonces, a él corno a otros les había hecho creerse inmunizados; de ahí que presumieran a las veces de lo que no tenían: serenidad para capear el tempo­ral y agilidad de espíritu para plegarse al imperativo de las circunstancias.

Hay que ver en todo ello una Providencia divina, que, me­diante sus yerros, los conducía al fin glorioso.


Dos buenas señoras de Gijón acogieron con cariño al P. Ata­nes en su morada recoleta; pero él, nervioso, sin duda, y con miedo instintivo a que las segundas partes no fueron tan, bue­nas como las primeras, se asomaba frecuentemente a la ventana, a pesar de las apremiantes advertencias de sus amables hués­pedes.

Y pasó lo que tenía que ocurrir: que le vieron desde la calle y subieron por él.


En la parroquia de San José de la misma ciudad de Gijón, convertida en prisión, quedó encarcelado. Días, sin llegar al mes, estuvo en ella. Un día, las turbas pidieron las cabezas de los presos, en desquite vengativo por haber los barcos nacio­nales bombardeados la ciudad.


Y los gritos de las fieras humanas fueron ahogados con san­gre de víctimas.


Un buen número de los cuatrocientos infelices allí aherro­jados salieron para el lugar del suplicio.


El P. Atanes iba entre estos héroes gloriosos damnatos ad bestias. Que niñas del Asilo Pola le vieron salir.


Dios, en sus designios, le juzgó en sazón y se llevó a sus ce­lestes mansiones su alma purificada, quedando su cuerpo llagado para dar testimonio de la fe y con sus heridas resplandecientes ser un día instrumento de contradicción, para los viles asesinos.


Mientras ese día de justificación universal llega, en el ce­menterio de Gijón quedan los restos gloriosos del P. Atanes, esperando el fallo eclesiástico sobre el martirio verdadero, como lo juzgamos nosotros.


El P. Ricardo Atanes Castro, hijo de Antonio y Magdalena, nació el 5 de agosto de’ 1875, en Cualedro (Orense). Estudió latín y Humanidades en el Santuario de los Milagros. Ingresó en la Congregación de la Misión, en su Casa Central de calle de García de Paredes, el 11 de mayo de 1891; hizo los votos el 6 de agosto de 1893; cursó los estudios filosóficos y teológicos en la misma residencia, y se ordenó: de Menores y Subdiácono, el 16 y 17, respectivamente, del mes de diciembre de 1898; de Diácono, el 18 de marzo de 1899, y de Sacerdote, el 27 de mayo del, mismo año.


Sus destinos fueron: Quince años en Mérida de Yucatán (Méjico), como profesor del Seminario, menudeando las excur­siones misionales a pueblos cercanos; catorce meses de vida completamente misionera entre los indios mayas de Xkanhá; diez años en Fort Worth Fex (Estados Unidos), atendiendo a la colonia mejicana y a otras de habla española; en 1924 volvió a España y se quedó en Orense, de cuya residencia fue nombrado Superior en 1928, y, al cesar en tal cargo, pasó, el año 1935, a Gijón.


Era el P. Atanes de estatura mediana, seco de cara, siempre pálido de color, con el pelo cano desde joven y hablar premio­so. Tranquilo por temperamento, buen compañero, lo que ce dice un alma de Dios, un buen hombre que no sirvió jamás a nadie de molestia e incapaz de hacer una mala jugada.


Quizá hemos exagerado la nota crítica y sido en demasía se­veros al enjuiciar la conducta tachada de indiscreta en su re­fugio, del P. Atanes.

Atentos a la justificación, publicamos a continuación un es­crito del P. Lozano, más lírico y emocional.


“Venerable y bondadoso, la piedad y recogimiento vestidos de blanco en su cabeza de anciano y en su corazón de niño, fue la primera víctima (de Gijón); corno si esas virtudes que él encarnaba sublimemente, fueran el mayor estorbo al triunfo del libertinaje que en rey quería erigir al Comunismo.


Despojado de sus hábitos sacerdotales, a instancias mías y bien a su pesar, salió de casa el mismo día 19, fiesta del Santo Padre, para refugiarse, junto con el Hermano Jiménez, en una casa amiga.


A su salida, hervían ya en las calles y en las plazas de Gijón las más exaltadas pasiones. Los primeros rugidos de la fiera des­atada y hambrienta habían paralizado toda la vida de la ciu­dad y helado todas sus actividades. Convertidas las calles en selva, los que todavía se sentían racionales se habían encerrado en sus casas convertidas en cavernas.


A merced de la confusión, el anciano venerable pudo llegar en paz a su escondite, si bien con el alma asaeteada de blasfe­mias y de insultos los más crueles a lo más sagrado. Sólo tres días pudo estar allí. La fiera bolchevique, temerosa de perder su triunfo y verse encadenada de nuevo, comenzaba a romper todo lo que en otro tiempo fue para ella cadenas, y, como con­secuencia, a tender sus garras de muerte sobre todas las gen­tes justas y honradas, y los dueños de aquella casa eran de los más destacados por su españolismo y por sus actividades sociales. Amistosamente avisados por ellos, cuando ya prepa­raban su propia fuga, salieron de allí cuidadosamente el Her­mano para nuestra casa y el P. Atanes en dirección a otra casa amiga, más humilde y menos señalada. Frente a sus puertas, el Hospital, el Depósito de Cadáveres y el Cuartel de Segu­ridad mostraban a nuestro Hermano lo más hediondo de la tragedia, que ya había comenzado: la muerte espeluznante de los primeros fascistas, la macabra cabalgata de los Padres Capuchinos, con sus manos cargadas de bombas, etc.

Desde una casa trasera yo seguía esta espantosa película y miraba por la suerte del Hermano, que me parecía relativa­ mente segura. Por las noches, en mis correrías de observación, pasaba con él algunos ratos de mutuo consuelo. Una noche, no sé si la cuarta o quinta de su encierro, cuando intentaba verle, me comunicaron que había sido detenido, ¡qué sarcas­mo, Dios mío, “por paco”!… Un anciano que no había visto más armas que sus rezos.

Así había sido, sin, embargo. De las infinitas balas que los héroes sublevados del Cuartel de Simancas lanzaban como una lluvia sobre la ciudad, para tener en jaque a los asesinos, al- tunas habían estallado en los tejados de su albergue. Los ro­jos, a quienes hasta los dedos se les antojaban “pacos”, entra­ron a saco en aquella casa, y, entre befas y amenazas, se lle­varon al único hombre que había en ella. Era el P. Atanes. Locos, enfurecidos ante sus protestas de inocencia, dudaron si fusilarle o no en el acto mismo; pero ante las reflexiones de alguno menos cruel, decidieron llevarle detenido a la iglesia de la Compañía.


Tendido en el suelo, enfermo, maltratado y escarnecido estuvo allí algunos días, sin ni siquiera darle de comer, hasta que por medio de las Hermanas de la cocina tuvimos que atenderle nosotros mismos, no sin acudir a toda suerte de sub­terfugios. Había comenzado su calvario.


Poco a poco se fue agudizando más y más. Arrojadas de la cocina las Hermanas, por el enorme delito de cuidar con esmero la comida de los infortunados presos, algunos días des­pués volvía a sufrir el hambre y el abandono. Ocasión hubo en que, durante cincuenta y seis horas no se les proporcionó ni un vaso de agua. En cambio, se les regalaba de día y de noche con exquisitas torturas morales y abundantes malos tratos.

Otro día, insuficiente ya la iglesia de la Compañía para contener ni aun de pie a tantos detenidos, fue llevado el Padre Atanes, con un grupo, a la iglesia de San José. Fría de ruyo, hedionda por las circunstancias higiénicas deplorables en que se les tenía, resultó para nuestro anciano un terrible calabozo. Hasta la guardia se conjuró para hacerlo más infernal. En la primera prisión habían tenido para custodiarlos carabineros y guardias de Asalto. Malos y todo, eran hombres algo educados. En San José los atormentaban más que custodiaban esbi­rros comunistas de los más bajos fondos sociales.


Al cabo, en los primeros días de agosto, Dios quiso galar­donar su martirio. Con motivo de un bombardeo aéreo por los militares, el populacho, ya enfangado en todos los críme­nes, irresponsable, ebrio de sangre y de venganza, con alari­dos y convulsiones de epiléptico, rodeó la prisión, mandando más que pidiendo la muerte de los inocentes presos. Hubo dudas, cabildeos, arengas por parte de las autoridades aun no bolchevizadas absolutamente, se intentaron convenios, se pro­digaron promesas; pero, al fin, se impuso la voluntad de aque­llas mujeres desgreñadas, de aquellos hombres alcoholizados, que, como voz del pueblo soberano, las autoridades tuvieron que acatar.


Y el inocente anciano, con la blancura de su cabeza y su rostro sonriente, fue arrojado en uno de los camiones, y, entre maldiciones y golpes, a merced de los más desharrapados, fue llevado a fusilar con los demás presos a una de las colinas que rodean la ciudad, mientras en ésta los nuevos Pilatos, con excusas y lamentaciones, se lavaban las manos salpicadas de sangre y cieno.” (
RICARDO ATANES CASTRO, BEATO.SACERDOTE Y MÁRTIR.AÑO 1934-1936.FIESTA 14 DE AGOSTO.FUENTE: SOMOS VICENCIANOS.ORG.TOMADO DEL SITIO: CATHOLIC.NET.LA NOTA CORTA.POR: PROF.DR.MERVY ENRIQUE GONZÁLEZ FUENMAYOR. mervyster@gmail.com .MARACAIBO.ESTADO ZULIA.VENEZUELA.AMÉRICA DEL SUR.REDACTADA Y PUBLICADA EN LA RED: JUEVES 14 DE AGOSTO DE 2014)


BIOGRAFÍAS DE MISIONEROS PAULES Edición 1942
Autor: Elías Fuente.




RICARDO ATANES CASTRO, BEATO.SACERDOTE Y MÁRTIR.AÑO 1934-1936.FIESTA 14 DE AGOSTO.LA NOTA CORTA.POR: PROF.DR.MERVY ENRIQUE GONZÁLEZ FUENMAYOR. mervyster@gmail.com .MARACAIBO.ESTADO ZULIA.VENEZUELA.AMÉRICA DEL SUR.REDACTADA Y PUBLICADA EN LA RED: JUEVES 14 DE AGOSTO DE 2014.




IMAGEN UNO: RICARDO ATANES CASTRO, BEATO.SACERDOTE Y MÁRTIR.AÑO 1934-1936.FIESTA 14 DE AGOSTO.





IMAGEN DOS: PROF.DR.MERVY ENRIQUE GONZÁLEZ FUENMAYOR….




“LA FUERZA AUTÉNTICA PARA VIVIR LA FE SOLAMENTE PROCEDE DE DIOS”. PROF.DR.MERVY ENRIQUE GONZÁLEZ FUENMAYOR. (MEGF) JUEVES 14 DE AGOSTO DE 2014.





 Para  citar este artículo: si se tratase del caso ejemplificado:

GONZÁLEZ FUENMAYOR, Mervy Enrique .El Ejercicio del Principio Inquisitivo: ¿Ofrenda a la Ética o a la Justicia? Maracaibo, Venezuela La Universidad del Zulia. 28-Enero-2009. Disponible en: )
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